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domingo, 8 de julio de 2012
Un paseo en bote frente al Arrecife Rojo
En el otoño del año Ren Xu, en el momento en que la luna del séptimo mes ya había empezado a menguar, Su Dongpo paseaba en bote frente al Arrecife Rojo en compañía de algunos huéspedes. Una brisa suave soplaba despacio y el oleaje aparecía calmo. Su levantó el vaso para brindar con sus huéspedes y recitaron el poema “La luna brillante”, y cantaron “Su cuerpo es hermoso”. Al rato, la luna salió por las montañas del este y se movió entre las constelaciones del buey y del arado. Una franja blanca cruzaba el río de orilla a orilla, el brillo del agua se unía al cielo en el horizonte. Como un junco a la deriva atravesaron en un instante 100 mu de inmensidad. Parecía como si surcaran el cielo montados en el viento, sin saber dónde acabarían; flotaban como si hubieran dejado al mundo atrás y, adquiriendo alas, se hubieran convertido en dioses.
En medio de la alegría y el vino alguien sacó un laúd y empezaron a tocar: La canción decía: “Remos de orquídeas, ah, remos de laurel,/golpeando, ah, golpeando el cielo avancen/. El espacio inmenso, ah, inmenso, me hace suspirar/, pensando en la hermosa, ah, que tras el horizonte está”. Uno de los huéspedes tocaba una flauta para acompañar la canción. Su sonido era como un gemido, con algo de queja y de pensamiento, con algo de llanto y de protesta. El eco quedaba en el aire y parecía no cortarse, igual que una madeja. Parecía capaz de poner a bailar a un dragón escondido en lo profundo de un mar, o hacer llorar a una viuda solitaria sobre un bote.
Su se sintió apenado, y tras arreglarse la túnica y sentarse recto, le preguntó al huésped: “¿Por qué este tono melancólico”? El huésped respondió: “La luna brilla clara y las estrellas apenas se ven, los cuervos vuelan hacia el sur. ¿Esto no es acaso como en el poema de Cao Mengde? Hacia el oeste está Xia Kou, hacia este está Wu Chang, montañas y ríos se enredan mutuamente, la vegetación es densa. ¿No es este acaso el sitio donde Mengde fue sitiado por Zhouyu? En ese momento, destruyendo Jingzhou bajó por el río Ling siguiendo hacia el este la corriente: las velas de los barcos cubrían mil li, las banderas y estandartes tapaban el cielo. Sirviéndose un vaso de vino se acerco hacia el río y con la lanza en las dos manos compuso sus poemas. Así se convirtió en el héroe de un siglo. ¿Y sin embargo dónde está ahora? En cuanto a vos y a mí, pescamos en el río y juntamos leña, somos parejas de los peces y camarones y amigos de los ciervos. Montados en esta frágil hojita levantamos el vaso y brindamos mutuamente. Como los insectos que, en la inmensidad del cielo y la tierra, nacen a la mañana y mueren al atardecer, no somos más que un grano en este vasto océano. Me apena haber nacido apenas para un instante, y admiro al río que corre eternamente. Me gustaría poder viajar agarrado a un inmortal en vuelo, o abrazar eternamente a la luna. Saber que nada de esto es posible me motiva estos sonidos tristes”.
Su respondió: “¿Conocés realmente la naturaleza de la luna y el río? Este fluye eternamente pero nunca avanza. Aquella engorda y adelgaza una y otra vez, pero no cambia su tamaño. Si se los ve desde el punto de vista del cambio, el cielo y la tierra no permanecen siquiera un segundo iguales a sí mismos; vistos desde el punto de vista del no cambio, tanto las cosas como nosotros no tienen final, ¿y entonces qué hay de admirable en ellas? Todas las cosas en el mundo tienen un dueño, de manera que, si no nos pertenecen, no podemos gozar de ellas. En cambio, algo diferente ocurre con la brisa tranquila sobre el río y la luna clara sobre la montaña: la primera, al contacto con nuestro oído, se convierte en sonido: la segunda, en contacto con nuestro ojo, se convierte en color, y puesto que no tienen dueños podemos gozar de ellas tanto como queramos. Estas cosas son un tesoro infinito provisto por el creador para nosotros, y un bien común a todos los hombres”.
Los huéspedes se regocijaron y rieron, limpiaron sus vasos y sirvieron más vino. Yao y He ya habían desaparecido del cielo. Los platos y los vasos puestos a un costado, se durmieron en el otro costado del barco, y no supieron cuándo empezó a aclarar por el este.
Su Dongpo (1036-1101)
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