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lunes, 20 de enero de 2014
Han Dongfang y la situación del sindicalismo en China
Han Dongfang es la referencia máxima dentro del sindicalismo chino, creador del primer sindicato independiente de la China post mao, con el que participó de las protestas de la plaza Tian’anmen en 1989. Por ese motivo estuvo preso dos años y cuando salió pasó un tiempo en Estados Unidos antes de asentarse en Hong Kong, desde donde empezó a emitir un boletín acerca de la actualidad sindical dentro de China. Puede imaginarse la tortura que puede implicar el clima tropical de Hong Kong para alguien nacido en el norte frío y seco de China; pero como la opción de volver a China estaba vedada, la isla parecía la mejor manera de permanecer cerca del país y de los movimientos que tenían lugar adentro. Además, entonces ya faltaba sólo un par de años para 1997, es decir para el final del dominio británico sobre el territorio. Si no podía ir a China, Han Dongfang pensó que al menos podía esperar que China fuera hacia él. Desde ahí, empezó cruzar la frontera enviando el boletín por correo. La tirada era de 5000 copias; elegían direcciones al azar de la guía telefónica y mandaban los boletines sin tener idea de quién los recibía.
En Francia acaba de salir su biografía “Mi lucha por los obreros chinos” y Han Dongfang estuvo en París presentando el libro y hablando un poco sobre su propia vida y sobre cómo veía la situación de los obreros. La primera que le hicieron fue cuántos sindicatos independientes había actualmente en China. La respuesta es cero; lo que sí hay, dijo, es una gran cantidad de movimientos y de agitación, especialmente en Cantón, en el sur de China, donde existe una gran concentración de empresas trasnacionales. El gran cambio que sucedió es que, de hecho, la huelga dejó de ser un tema tabú. Hace muchos años las huelgas sólo sucedían en situaciones extremas, como por ejemplo cuando los obreros no recibían el sueldo durante seis meses seguido o cosas por el estilo. Ahora, las huelgas son para negociar las subas de sueldos. Alguien le preguntó cómo veía la relación entre la acción sindical y los límites que suponía un sistema de gobierno autoritario. Esta fue una de sus respuestas más sorprendentes, sobre todo viniendo de un disidente que vive en el exilio desde hace 20 años. La posición de Han Dongfang es de un pragmatismo rara vez visto entre los disidentes. Se cuida de separar la acción política de la lucha sindical. Para él lo importante, desde su posición, es lograr un cambio progresivo y tangible en las condiciones materiales y un cambio en las prácticas cotidianas. Antes de aspirar ya mismo a una democracia como sistema político, es necesario que China logre la práctica o una cultura política cotidiana, y eso es lo que estaría logrando el sindicalismo al instaurar una cultura de la negociación. Pero tal vez una de las cosas más interesantes que dijo fue cuando habló acerca de la postura actual del gobierno y del sindicato oficial, que cuenta con alrededor de 900 mil miembros (si no escuché mal). El gobierno está convencido de que para logar un crecimiento sostenible necesita lograr incentivar la demanda interna, y para incentivar la demanda interna no puede contar con las clases medias o medias altas, que tienden a transferir su consumo hacia el exterior, como sugieren las largas colas, compuestas casi solamente de clientes de chinos, que se ven en los negocios de algunas marcas de lujo en París y otras ciudades del mundo. Lo que necesita es incentivar la demanda de la creciente clase obrera, cuyo ingreso se destina y se seguirá destinando mayormente al consumo interno. Por eso, al asumir el año pasado como presidente, Xi Jinping dio un discurso en el congreso nacional del sindicato oficial, en el que sugirió, con todo el alambique y el velo que suele caracterizar el discurso político chino, la necesidad de que el sindicato oficial comenzara a promover las negociaciones salariales, a incentivar a los obreros, etc. 2 semanas después el sindicato respondió con un comunicado escrito en el mismo lenguaje alambicado e indirecto: “continuaremos intentando que los trabajadores contribuyan al sueño chino, seguiremos leales al partido, etc...” Es decir, que el sindicato deliberadamente había decidido malinterpretar o desoír el mensaje de Xi Jinping. Para los 900 mil funcionarios del sindicato oficial, que han llegado a su puesto por medio un examen y no mediante elecciones, no representa ningún negocio cambiar las reglas de juego. Pero la presión desde arriba continúa, y el moderador de la mesa comentó acerca de unas comitivas del sindicato oficial, que unos meses atrás habían sido enviadas a Francia a entrevistarse con la central obrera, con el mandato de estudiar el proceso de negociación colectiva. Hacia el final, Han Dongfang llegó a sugerir una idea inquietante: la de que el ascenso del sindicalismo chino podía resultar, en el mediano plazo, en un cambio radical en el equilibrio actual de la globalización. ¿Qué pasará cuándo 700 millones de obreros (10 % de la población del planeta) se encuentren en condiciones plenas de negociar su salario?
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