11:30 de la noche, de regreso a Shanghai desde
Nanjing, ceno en uno de los últimos locales de comida que quedan abiertos a
esta hora en el barrio, un negocio de malatang
(sopa picante oriunda de Sichuan) que está a una cuadra de mi casa. El diálogo
sucede después de comer y de pagar, cuando estoy con un pie afuera del pequeño
local. Adentro sólo está la dueña y un cliente, un pibe con traje, que parece
haber salido recién del trabajo
Dueña:
¿Cuántos años tenés?
Yo:
33
Dueña:
¿De qué animal del zodiaco?
Yo:
Soy cabra.
Dueña:
¿Cómo puede ser? Yo soy cabra y tengo 35.
Yo: Nací
en el 79.
Cliente:
Es que ellos cuentan diferente. Cuando nacen no tienen años, después de un año
recién cuentan un año.
Dueña:
está bien, entonces yo tengo 34 de xisui
(“años occidentales”) y 35 en años chinos.
Cliente:
Pero sólo en Shanghai cuentan con xisui,
en otros de China lugares no. (A la dueña):
¿En qué mes naciste?
Dueña:
Sólo sé que nací dos o tres días después de año nuevo.
Cliente:
Entonces debe haber sido en el primer mes del calendario lunar.
Dueña:
Debe ser. (A mí:) ¿33 años y todavía
no estás casado? Yo ya tengo dos hijos, uno de quince, uno de diecisiete. Siempre
están acá, ¿no los viste?
Yo:
Sí, siempre están jugando a la compudora.
Dueña:
Sí, no les gusta estudiar. Uno estudió hasta segundo año de la secundaria, otro
hasta tercero. No les gusta.
Cliente:
Es que en los otros países se casan más tarde.
La dueña bosteza. Le pregunto si está
cansada.
Dueña:
Ayer se quedaron 3 clientes tomando cerveza como hasta las dos de la mañana. Eran
de Taiwán.
Cliente:
Taiwán es China.
Yo:
Sí, Taiwan es una “parte inalienable de China” (“zhongguo bu ke fenge de yi ge
bufen”: latiguillo político aplicado a Taiwán, a las islas Diaoyu, etc.).
El cliente aprueba con entusiasmo mi frase y
me ofrece un cigarrillo, diciéndome: “Vi recién que fumabas.”
Dueña:
Sentate, por favor. (Al cliente) ¿Vos
qué edad tenés?
Cliente:
28. Y un hijo de 9. Me casé a los 18.
Dueña:
¿De dónde sos?
Cliente:
Mi laojia (mi “viejo hogar” o “vieja
casa”, es decir, mis pagos) está en Anhui.
Dueña:
Ah, todos los de está cuadra son paisanos tuyos de Anhui.
Cliente:
Ahora me estoy yendo de Shanghai, estoy volviendo a ver a mi hijo y a mi
esposa.
Dueña:
¿Cómo, vos acá y tu esposa en otro lado?
Cliente:
Sí.
Dueña:
Hmm.
Cliente:
Bueno, pero para algo está el teléfono, una llamada y listo.
Yo: ¿No
tienen una frase ustedes que dice: “la pequeña separación engendra una nueva
unión”? Pero si la separación es muy larga...
Cliente:
También tenemos otra frase: “la separación engendra la belleza.”
Dueña:
Jaja.
Cliente:
En serio, si estás todo el tiempo junto te terminás peleás, en cambio así cada
tanto hablamos y nos extrañamos. (A la
dueña) ¿Vos de dónde sos?
Dueña:
Guangxi.
Cliente:
¿Guangxi qué lugar?
Dueña:
Fuzhou.
C:
¿Hay un “Fuzhou” en Guangxi?
Saca de la mochila un atlas de China, un
librito tamaño de bolsillo, de tapas rojas, con mapas de todas las provincias. Le
digo: “Yo tengo el mismo, lo compré en un kiosco en la estación de tren
Hongqiao.”.
Dueña:
Ah, no lo vas a encontrar, es que mi pronunciación no es muy estándar. (A mí:) ¿Vos de dónde sos?
Yo:
Argentina.
Dueña:
No me suena.
Cliente:
Sí, sí, Sudamérica... ¿Ahí a qué edad se casan? ¿Mucho más tarde que nosotros,
no?
Yo: Depende.
También hay gente que tiene hijos a los catorce, quince.
Dueña
(al cliente): ¿Tu esposa cuánto mide?
Cliente:
1,80
D: ¡1,80!
(se ríe y lo mira divertido, como si no
le creyera: el cliente no debe medir más de 1,70). Debe ser muy linda, y
encima la dejás sola.
C:
No, no hay problema, en serio, Es bastante fea.
¿Y en mandarín? Eso lo vuelve más notable: tu traducción. Después de leer esto, Miguel Angel, quiero leer todos los otros posteos. No conocía tu blog.
ResponderEliminarGenial. ¡Más!
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