Páginas

viernes, 9 de mayo de 2014

Conversación con Jorge Aulicino. 2 Fragmentos



2 fragmentos de una entrevista registrada en agosto de 2013. La entrevista tuvo lugar en la casa de Darío Rojo y los entrevistadores fueron: Jorge Salvetti, Darío Rojo y Miguel Angel Petrecca. La transcripción es en bruto.

Fragmento 1.

¿Cómo ingresé al Partido? Y bueno, yo soy hijo de comunistas, mi viejo Rafael era comunista. Era medio inevitable, aunque es verdad que no me afilié al partido de entrada, tardé un poco; es más, fui hasta Tacuara. Pasé una semana por Tacuara, porque todos los muchachos del club eran de Tacuara. Un club de Ciudadela. Y un día me llamó mi tío, que era dirigente del Partido Comunista en la Provincia de Buenos Aires, y me dijo, mirá, me dijeron los muchachos de Ciudadela que tienen en sus archivos como militante de Tacuara, ¿qué mierda estás haciendo? En realidad era la Guardia Restauradora, no era Tacuara; usaban camisas marrones, camisas Pardas. Le digo: “Son unos muchachos que se ponen unas camisas pardas nada más...” “Sí”, me dice, “pero están tirando bombas de alquitrán contra las sinagogas, balearon la casa de un compañero nuestro, fijate con quién andás.” Yo tenía 14 o 15 años. Básicamente, me estaban advirtiendo que me iban a cagar a palos si seguía así. Yo me afilié a la Juventud Comunista en el Colegio, ese fue mi ingreso. Mi viejo, mi vieja, el hermano de mi vieja, este tío del que te estoy hablando, eran todos comunistas. Mi abuela paterna era italiana y la hermana de mi papá, la hermana mayor, también. Los hijos que siguieron nacieron acá. Mi abuelo era un albañil. Tenía sí un hermano que era anarquista, me acuerdo que lo veía siempre en la casa de él, tomaba como una cuba. Y de toda la familia el único que salió fue mi viejo, que en realidad primero fue anarco, después se afilió al Partido y ahí la conoció a mi vieja. En realidad mi viejo conoció a mi vieja por mi tío. Ambos militaban en toda esa zona de San Martín, Ciudadela, y supongo que mi vieja se había afiliado por mi tío. O sea que al final de una manera u otra yo tenía que terminar allí. Mis viejos, o al menos mi viejo seguro, eran ateos militantes. Yo viví con mi abuela española en realidad, o sea mis viejos vivían con mi abuela, y cuando mi vieja murió mi abuela se ocupó de nosotros; pero era una católica muy austera, no mostraba su catolicismo, no tenía santos en los paredes y no era de ir a la iglesia, aunque era católica a fondo. La tana era distinta, la abuela Rosa, tenía su altarcito en el cuarto, la virgen con la vela prendida, todo, era muy manifiesto. No iba a la iglesia, pero tenía su propio culto hogareño. En cambio no, la española no, no tenía santos, nada visible. Era castellana, viste que los castellanos son muy... son menos santeros. Igual creo que tenía un crucifijo, en algún lugar no muy visible. Y tenía un cuadrito, que creo que era de Rafael, una reproducción de un Cristo, un cristo renacentista.

Fragmento 2


Yo no conocía a nadie del 60. No conocía a Gelman, ni a Bignozzi, ni a Urondo. A Gelman lo vi una vez sola. De los mayores sí, veía a Tuñón. A Girri en el 75 Kovladoff le hizo una entrevista en Crisis, que era una revista montonera que manejaban Gelman y Galeano. No era montonera orgánica, pero sí era montonera pro izquierda. Y Kovladoff le hizo una entrevista, lo que sorprendió a todos, era raro que saliera Girri en Crisis. Yo perdí los prejuicios gracia a esa nota, que era una nota por un libro que acababa de salir Quien habla no está muerto. Me acuerdo que en el reportaje decía, no sé qué le preguntaba K. sobre la dificultad para leerlo, y entonces él respondió: qué curioso, porque yo tengo ahora como consigna trabajar con lo obvio. Claro, bueno, lo que para él era obvio... Después estaba Giannuzzi, que sí lo leía. Había sacado Las condiciones de la época, que nadie le daba bola, porque estaba toda la onda del coloquialismo de los que manejaban la cultura, Gelaman, Urondo. No le daban bola a Giannuzzi porque G. era amigo de Sur, o sea por ubicación política. Entonces Giannuzzi saca el tercer libro que es Las condiciones de la época, muy acorde con la época, y la tapa era como una especie de represión en Plaza de Mayo, que se ve gente amontonada y un chorro de agua que les tiran, y tenía una introducción que decía: “El autor hasta ahora se inclinado por temas intimistas, pero ahora está más atento a la realidad social de su tiempo.” Qué bárbaro... quería anotarse de cualquier manera. Pero bueno, era el mejor o uno de los mejores libros de los 60. Era uno notita nada más. Yo creo que él trataba de anotarse en la corriente principal, y no le dio resultado porque de ese lado no le daban bola, y del otro en realidad tampoco porque era peronista. El contacto de él en Sur era Murena, él era amigo de Murena, y era amigo de alguna otra gente de Sur. Trató de ir para ese lado, pese a que era peronista, y yo creo que eso lo marcó mal para el otro lado. Quedó totalmente mal ubicado. Personalmente lo vi una vez, pero no lo traté mucho, recién en los 80 empecé a tratarlo. Estaba en no sé qué tipo de ágape, ahí todo gris, escondido en el fondo. Yo me acerqué y le dije: “Tengo su libro, compré su libro”. Me dijo: “Debe ser uno de los pocos” Era amigo de Lamborghini, eso sí, de Leónidas. A Leónidas yo lo había leído también, El solicitante, Eva perón en la hoguera, que tuvo bastante éxito. Y fui una vez a verlo a Crónica, con un tipo que se llama Soares, Norberto Soares, que era el padre de Lucas Soares, un periodista que laburaba en el periódico de los bancos cooperativos, los que ahora fundaron el Centro Cultural de la Cooperación. Un día me dice vamos a verlo a Lamborghini, te va a gustar conocerlo. “Pero no, si escribió Eva Perón en la hoguera”. “Pero no seas tan gorila.” “No, no, a mí me gusta, es un buen poeta, qué sé yo...”. Cuestión que fuimos a Crónica y no nos dio ni cinco de bola. Estaba  re contra obsesionado porque tenía que escribir no sé qué mierda que le habían pedido, “Qué tal muchachos, sí, sí. Sí, sí, me fue bien con el libro...” Y seguía ahí. Y vino un tipo y le dice: “Alargá esto”. “Estirá esto”, le dice. Y le da un cable de cuatro líneas. Y Lamborghini se pone a mirarlo y dice “Estirá esto, estirá esto... ¡Tirá esto!!!!” Y lo tiró a la mierda. No, era muy simpático, era simpático Lamborghini. Y ahí se puso a hacer toda una teoría, nos dio un poco de bola y empezó a hablar del tango y de por qué le gustaban las letras de algunos tangos. Me acuerdo siempre que dijo que le gustaba Tome y obligo, que hay una parte que dice: “Si los pastos conversaran.” Me dice: “Escuchá esto: ¡si los pastos conversaran! Te tenés que imaginar a los pastos conversando.” No, sí, leíamos a todos esos tipos, bastante, bah, lo que publicaban, en realidad L. había sacado sólo dos libros, y G. sólo tres.


No hay comentarios:

Publicar un comentario