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jueves, 30 de junio de 2016

Sobre “Mil kilómetros de río y montañas”, de Wang Ximeng (Xi Chuan)




Sobre el largo panorama en verde y azul “Mil kilómetros de río y montañas”, de Wang Ximeng


Verdes y azules convergen para formar la montaña desierta. Hay gente caminando ahí, pero no deja de ser una montaña desierta, de la misma forma que las personas, a pesar de no tener rostro, siguen siendo personas. Que nadie busque reconocerse a sí mismo en esas figuras, de la misma forma que al paisaje real no se le ocurriría buscar en el cuadro de Wang Ximeng un elogio banal. Wang Ximeng conocía a las pequeñas figuras de este cuadro, pero no era ninguna de ellas, y no era capaz de llamar a ninguna por su nombre. Las figuras tienen las montañas, tienen el agua, de la misma forma que la montaña tiene la turquesa y el lápiz-lázuli, y el agua su extensión y sus barcos; de la misma forma que el emperador Huizong conoció a Wang Ximeng a los 18 años, ignorando que este moriría poco después de pintar “Mil kilómetros de río y montañas”. Montañas y aguas sin nombre. Wang Ximeng entiende: que las figuras sin nombre no son más que ornamentos del paisaje, de la misma forma que el pájaro entiende que en los juegos de los hombres su lugar es prescindible. Los pájaros se encuentran en el cielo. Al mismo tiempo, los hombres que caminan en la montaña tienen cada uno una dirección, un plan diferente. Visten de blanco, caminan, se sientan a descansar, pescan, transportan mercadería, rodeados de azules y verdes, de la misma forma que hoy, vestida de negro, la gente camina, aparece en un banquete, en un concierto o en un funeral, y alrededor todo es dorado y más dorado. Estas figuritas blancas no han nacido, y por supuesto tampoco han muerto, lo mismo que este paisaje utópico de Wang Ximeng, libre de la polución y el pillaje; es por eso que aceptan una lectura meticulosa.  Lejos de las lazos del mundo, ay, ¿cómo puede desearse la libertad? ¿Cómo puede hablar de olvido el que no ha experimentado la devastación? Wang Ximeng dispone que los pescadores tengan un sinfin de peces; que los ríos corran en la montaña sin agotarse nunca. Desde su punto de vista, la felicidad es la riqueza en su medida justa: que los hombres silenciosamente coloquen sus puentes en el paisaje, que fleten sus barcos, reparen los caminos, construyan casas, y luego silenciosamente vivan, de la misma forma que los árboles crecen puntualmente en las colinas, al borde del agua o alrededor de una aldea, alrededor de los hombres. En el paisaje lejano, los árboles son como flores. Se balancean suavemente al soplo de una brisa fresca. La brisa sopla, y es el instante en que alguien canta. Cuando alguien canta, una montaña se convierte en una montaña desierta.

Xi Chuan

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