ROBERT HASS
Dos poetas. Una generación luego de los “Poetas Oscuros”, la poesía china vuelve a revivir.
El cielo sobre Pekín en una mañana de octubre de 2008 era del color de un moretón, un lívido amarillo amarronado que, según me explicaron mis amigos, era una tormenta proveniente del desierto de Gobi, más la inversión térmica, más el humo del carbón que calienta y da energía a la ciudad, más los tubos de escape de los coches. La visibilidad era mínima. Uno podía distinguir los coches pasando por la calle y discernir vagamente las figuras que avanzaban por la vereda opuesta. Parecían personas vadeando una niebla matinal en un poema de la dinastía Tang. O una metáfora de la China contemporánea: el desierto de Gobi era la vastedad del país; el humo del carbón, la revolución industrial (fase 1), y el dióxido de carbono, la revolución industrial (fase 2).
Para la mañana siguiente había empezado a soplar viento, había caído una lluvia ligera y el cielo estaba completamente azul. Desde nuestra ligera elevación en el norte de la ciudad miramos un cielo azul nítido y nubes altas, suburbios expandiéndose infinitamente y, por encima de ellos, un bosque de grúas –Pekín transformándose a sí misma. Un rato antes, había estado sentado en un auditorio escuchando una lectura de poesía, en chino e inglés, y visto la avant premiere de una nueva película china. Ambas cosas fueron tan sorprendentes que hicieron que la súbita transformación del cielo pareciera también una metáfora.
La película, 24 City, dirigida por Jia Zhangke y escrita por él y una poeta llamada Zhai Yongming, cuenta la historia del cierre de una fábrica en la ciudad de Chengdu, en la provincia de Sichuan. Dinosaurio de la economía planificada, la fábrica estaba situada en una ciudad-empresa inmensa y paternalista, donde miles de personas habían trabajado y vivido sus vidas, realizando las tareas que implica la fabricación de motores de aviones y heladeras. La combinación de largos y lentos paneos de edificios vacíos, las caras animadas de los narradores, la manera en que sus relatos daban cuenta de 50 años de historia de su país, los pasajes súbitos y meditativos a espacios de silencio en donde los objetos parecían hablar, constituían en total una sensación de elegía y asombro por las formas que las vidas pueden tomar y la forma en que las personas viven dentro de los mundos que se les conceden- una combinación que daba también a la película una gran sensación de riesgo estético y sorpresa.
Zhai Yongming, la poeta que había co-escrito la película, nació en Chengdu en 1955, así que había escrito sobre un mundo que conocía muy bien. Yo sabía que, durante la Revolución Cultural, ella había sido enviada al campo durante dos años para ser reeducada, y que en 1984 había publicado su primer libro de poemas, un libro acerca de las vidas de las mujeres. Era por esa misma época que en China había surgido una nueva generación de poetas que rompía con la línea estética del Partido Comunista. Los críticos les habían puesto el mote de “Poetas Oscuros”, reprochándoles su subjetividad militante, y muchos de esos poetas más tarde terminaron en el exilio tras la represión de la Plaza Tiananmen. Pero eran un signo claro de que la poesía china había vuelto a la vida, y ahora, mientras me preparaba para escuchar una nueva generación de poetas, no tenía idea de qué podía esperar.
La lectura fue una seguidilla ininterrumpida de voces vivas y sorprendentes. La edad de los poetas, hombres y mujeres, iba de los casi cuarenta a los poco más de cincuenta años. Pertenecían, igual que Zhai Yongming, a lo que los críticos han bautizado como la Nueva Generación. Todos me parecieron interesantes, pero en modos diferentes –lo que tal vez fuera lo más sorprendente. A lo largo de los años había asistido a unos pocos encuentros de poesía internacionales en los que poetas chinos habían leído sus trabajos. En esos años, en los 80 y los 90, no sabías, en primer lugar, si los poetas que estabas escuchando eran los poetas verdaderos, debido al estricto control ejercido sobre el ámbito de la cultura en la República Popular, pero sí sabías al menos que, si eran los poetas verdaderos, escribían en un código absolutamente opaco. Poetas de todo el mundo –desde Vietnam y Holanda hasta Brasil y Canadá, mutuamente muy diferentes, provenientes de tradiciones bien distintas-, eran parte de la misma conversación. Estaban tratando de inventar en el lenguaje, tratando de decir qué era la vida para ellos, dar testimonio de ella, encontrar nuevas formas de encarnar la experiencia de pensar y sentir y vivir entre los otros. Eso era lo que yo estaba escuchando de repente en Pekín- ese sonido familiar, tan estimulante, no tanto de la poesía como del poder que acompaña el proyecto de la poesía. Se sentía que algo muy vivo y novedoso se estaba moviendo en China.
Más tarde hice un paneo mental de la historia de la República Popular. Octubre de 1949: la fundación. Julio de 1957: la primera campaña anti-derechista, que incluyó una oleada de represión contra los escritores de pensamiento independiente. Mayo de 1966-octubre de 1976: la Revolución Cultural, una nueva represión, aún más violenta, contra los “elementos burgueses.” Septiembre 1976: la muerte de Mao Zedong. Diciembre de 1978: el comiendo de las reformas económicas bajo la égida de Deng Xiaoping, el mismo año en que casualmente un grupo de jóvenes poetas comenzó a publicar la primera revista no-oficial de poesía (Hoy-Jintian), ayudando a lanzar la llamada “Escuela de los Poetas Oscuros.” 4 de junio de 1989: la masacre de la Plaza Tiananmen, luego de la cual numerosos poetas, especialmente Bei Dao y Duo Duo, se exiliaron por varios años. Fue a través de la traducción de estos poetas que los escritores en Estados Unidos y Europa comenzaron a prestar atención a la poesía china contemporánea.
La nueva generación había nacido entre 1951 y 1971, lo cual significa que eran adolescentes durante los años de la Revolución Cultural. Los más jóvenes de entre ellos tenían 35 o 40 años en el momento de la Plaza Tiananmen; los más jóvenes, 18. Crecieron en un período que se percibe desde afuera como de cambio extraordinario. La primera antología de poesía china –probablemente la primera antología de poesía de la historia de la humanidad- fue encargada por un emperador que envió investigadores a recoger y transcribir canciones populares porque quería saber cómo estaba viviendo la gente. Me encontré escuchando a los poetas nuevos con ese espíritu, con curiosidad acerca de qué tipo de poemas estaban haciendo, pero también acerca de qué tenían para decir sobre sus vidas y sobre los tiempos tumultuosos que habían atravesado.
Yu Jian es uno de las voces más poderosas entre estos poetas emergentes. Nacido en el sudoeste de la provincia de Yunnan en 1954, es apenas cinco años más joven que la República. Sin embargo, el primer drama de su vida fue personal, no político: una enfermedad infantil le produjo un daño severo en su audición. Cuando estalló la Revolución Cultural en Yunnan, tenía doce años; su educación resultó interrumpida mientras sus padres, que eran intelectuales, fueron enviados al campo para ser reeducados. A los 16 años, Yu Jian fue a trabajar a una fábrica como soldador y remachador. Una breve biografía suya en el diario Poetry International informa que “influenciado por el interés de su padre en la poesía china y ayudado por los cortes de energía frecuentes en la fábrica”, se convirtió en un lector voraz. Fue en esos años de adolescencia y exilio de su educación que descubrió a Walt Whitman (en la traducción china, por supuesto), quien se convirtió en una influencia decisiva. A los 26 años –esto es, luego de la muerte de Mao, durante el reinado de Deng Xiaoping y las reformas económicas- entró a la universidad para estudiar Lengua y Literatura China. A los 28, dos años antes de las manifestaciones en la plaza Tiananmen, publicó por primera vez un poema en un prestigioso periódico oficial de poesía. El poema no podía ser más sencillo. Estos son algunos de sus versos:
El número 6 de la calle Shangyi (尚义街六号)
En el número 6 de la calle Shangyi,
un edificio amarillo de estilo francés,
los pantalones de Laowu cuelgan del segundo piso
Un grito aparece en la entrepierna la cara con anteojos
En el baño público al lado
todos los días temprano ya hay cola
Nos acercamos siempre al atardecer
abrimos el paquete de cigarrillos abrimos
la boca encendemos uno
Más tarde, en 1991, publicó una secuencia de poemas (“Dos o tres cosas acerca del pasado”), acerca de los años de la Revolución Cultura. Aquí está el comienzo del primer poema de la serie, “Tan caliente entonces”:
So hot then
red trucks loaded with
adults’ burning tongues
forward forward again
disappearing down to the core of
resolve
escaped schoolchildren pinching
screaming sparrows rolling
toward hometown
Ah the summer of the era
schools closed
theaters closed weeds in parks
loudspeakers hanging over
basketball courts
a revolution full blast in
Mandarin
(translated by John A. Crespi)
Hay partes de esto que son difíciles de captar si no se conoce el fondo. Las camionetas rojas son presumiblemente las que llevaban a las personas como los padres de Yu Jian a ser reeducados. Los chicos que torturan a los gorriones podrían ser (o no) una referencia a los efectos persistentes de la campaña de Mao Contra las Cuatro Pestes, un esfuerzo realizado durante la hambruna de finales de 1950 para hacer que las personas mataran a todos los gorriones con el fin de evitar que se comieran el grano (Se dice que en un día, en 1958, la población de Pekín mató uno 83.348 gorriones. Puesto que los gorriones se alimentan de las langostas, su desaparición agravó la escasez de alimentos). ¡Pero qué escritura asombrosa! El punto de quiebre para Yu Jian, de acuerdo a los diversos relatos que comencé a combinar, se produjo en 1994, cuando publicó un largo poema llamado “Archivo 0”. El título hace referencia al dang’an –o dossier en forma de historia de vida- que tiene cada habitante de la República Popular. Una sección de ese poema, relacionada con su período de escolaridad, decía algo así:
Puntos a favor: respeta a sus maestros se preocupa por sus compañeros se opone al individualismo nunca llega tarde
mantiene la disciplina disfruta el trabajo duro nunca se va más temprano no dice groserías no molesta a las mujeres
no dice mentiras combate las Cuatro Pestes es higiénico no le quita nada a las masas tiene iniciativa
Los tres poemas dan alguna idea del alcance y las inquietudes de Yu Jian: la atención a la vida cotidiana, el languaje anti-heroico, la actitud sardónica hacia el estado autoritario, y el salto hacia la metáfora del poeta puro.
Xi Chuan, diez años más joven que Yu Jian, creció en Pekín. Su padre fue un soldado del Ejército de Liberación y él entró en un colegio de élite, la Escuela de Lenguas Extranjeras de Pekín, en el momento en que los disturbios de la Revolución Cultural empezaban a apaciguarse. Ahí estudió chino clásico y la poesía inglesa romántica y escribió una tesis sobre Ezra Pound. Uno de los primeros poemas suyos que me llamó la atención fue “Mi abuela”:
Mi abuela
Mi abuela tosió, y mil gallos se despertaron.
Mil gallos cacarearon, despertaron a diez mil personas.
Diez mil personas salieron del pueblo, y los gallos del pueblo aún cacareaban.
Luego los gallos dejaron de cacarear, y mi abuela todavía tosía.
Aún tosiendo, mi abuela hablaba de su abuela, con su voz cada vez más débil.
Parecía la voz de la abuela de mi abuela cada vez más débil.
Mi abuela habló y habló hasta que se detuvo, cerrando los ojos.
Pareció como si la abuela de mi abuela hubiera muerto recién entonces.
Este poema tiene una liviandad y una velocidad de imaginación que difiere de la noción que se tiene generalmente en Occidente acerca de la poesía china. Es difícil decir si su realismo mágico y su estructura perturbadora suponen una visión luminosa u oscura de la historia.
En 1988, cuando tenía 25 años, Xi Chuan lanzó junto con algunos amigos la revista literaria Tendencia. En esa época estaba traduciendo a Ezra Pound y Tomas Transtormer, Czeslaw Milosz y Jorge Luis Borges, y su propia escritura sugiere una sofisticación y un alcance estético correspondiente con esas lecturas. Aquí un pequeño poema en prosa llamado “Asociación libre”:
The bald man doesn’t need a comb, the tiger doesn’t need weapons, the fool doesn’t need thought. The person with no needs is practically a sage, but the sage needs to go and count the great big rivets on the iron bridge as a diversion. This is the difference between the sage and the idiot.
Nietzsche said a person must discover twenty-four truths every day before he can sleep well. First of all, if a person found that many truths, the supply of truth in the world would exceed demand. Secondly, a person who discovers that many truths isn’t going to want to go to sleep.
(translated by Lucas Klein)
Leí más tarde que, a finales de los 90, Yu Jian y Xi Chuan se embarcaron en una disputa acerca del futuro de la poesía china—Yu Jian apostando por el chino regional y vernacular y por un tratamiento directo de la vida cotidiana; Xi Chuan defendiendo un manejo coloquial del mandarín y una libertad para extraer materiales y temas de todo el espectro de la cultura humana. Hablando con ellos en Pekín, y escuchándolos a ellos y a otros poetas chinos conversar, tuve la sensación de que no les producía un interés particular enterarse que estaban comenzando a recibir la atención de la academia y de las revistas literarias de Estados Unidos y Europa. Eran más que conscientes del hecho de que el interés en los “Poetas Oscuros” había sido tanto o más político que estético. Parecía haber flotar la idea de que eran juzgados más que nada por el contenido político de su trabajo, tanto adentro como afuera de China. No hablaban de esto en términos de censura sino en relación con las altas expectativas que la tradicional veneración china por la poesía generaba hacia su trabajo. Mientras tanto, trataban de encontrar la forma de deslizar el cuello fuera del nudo de ambas expectativas y hacer una poesía estéticamente novedosa en un paisaje cultural rápidamente cambiante.
Escuchando sus poemas ese día hace dos años, escuchándolos hablar acerca de sus proyectos poéticos, me conmovió su intensidad y su seriedad y su carácter lúdico y su ingenio rápido, y me di cuenta de que no podía evaluar qué valor estético y poético tenía su escritura en ese momento en China, de la misma manera que no podía saber qué rol continuaba jugando la censura del Estado en lo que estaba escuchando.
Pero podía darme cuenta de que este tipo de cuestiones eran justamente parte de lo que encontraban frustrante acerca de su situación, y comencé a comprender por qué. Por razones reflejas, deben sentir que sus propios críticos literarios y los poetas occidentales los están leyendo por su inclinación ideológica, que es justamente aquello de lo que intentan escapar. Los poetas chinos de mi generación –los Poetas Oscuros- habían roto con la cultura literaria oficial reivindicando la subjetividad y la interioridad. Habían practicado una política de la antipolítica. Esta generación deseaba esa libertad, y querían reivindicar su derecho a registrar –o a encontrar el lenguaje en el que registrar- la realidad social en la que estaban viviendo. Parecen ser una generación para la cual todas las posibilidades de la poesía están al alcance de la mano. Esa era la excitación que estaba escuchando esa noche en Pekín.
Creo que fue Tomas Transformer quien dijo que la poesía era como las notas que los chicos se pasan de acá para allá en un aula (ahora serían mensajes de texto), mientras que la maestra Historia musita monótonamente en el podio. Vamos a escuchar hablar mucho de China en la próxima década, sobre su economía, sobre su política exterior y ambiental. Será el trabajo de traducción el que proveerá vislumbres –vislumbres humanos- de lo que esté ocurriendo.
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